El Parkour es una propuesta de movimiento por retornar a lo simple, a lo autosuficiente y sobre todo una propuesta para reconectarse con uno mismo.

El arte del desplazamiento se convirtió en mi mundo,  me enseñó a trabajar en grupo y conmigo mismo al ultilizar mente, cuerpo y espíritu juntos para lograr un salto.

Puedo decir que voy haciendo Parkour por la vida. Cuando camino por la calle, observo diferentes obstáculos entre paredes y casas. Siento que esa perspectiva, me la regaló el Parkour.

El Parkour poco a poco está cambiando la perspectiva que tiene el mundo acerca de las capacidades del cuerpo humano y eso me parece de lo mejor ya que para mi criterio de lo único que en realidad tenemos control es de nuestro propio cuerpo.

No me veo vivir sin moverme sin saltar sin ser feliz sin toda esa gama de emociones que nos brinda el parkour con cada salto con cada reto propuesto y superado.

De eso se trata la vida, de estar siempre en movimiento, nunca parar, nunca dejarnos vencer si no seguir adelante atravesando cualquier obstáculo que se te interponga y fluir.

La idea que tengo del parkour se combina con la felicidad que una persona siente al viajar. Es una forma de construir un mundo, trazarlo con diferentes movimientos hasta llegar a ese buen salvaje que planteaba Rousseau.

Lo principal que ha traído el Parkour a mi vida es la redefinición de mi relación con el tiempo: el saber que no es tarde para empezar algo cuando sea, cuando lo decida.

“Para los Bantu, especialmente los Congo, “Vivir es moverse, y moverse es aprender”.
Para mí el Parkour es la manera más eficiente de aprender sobre el mundo interno y externo y así tener plena conciencia de que somos el cuerpo que habitamos.